sábado, 25 de julio de 2009

LUCRECIA o CARTA DE DESAMOR


(A ti, que estas perdido en la distancia, en esta fría y oscura noche de luna llena en compañía de nadie:)


Buenas noches.
Parece tan fácil decidir todo cuando ya no queda nada que decidir. Que, aquí sentado, escuchando pausadamente la voz cálida de Lucrecia, todo parece que pasó hace ya mucho, mucho tiempo. Pero la soledad es un sentimiento aterrador que va creciendo en el interior de aquel que ya no tiene nada que decir, nada que expresar con palabras, nada que compartir ya contigo.
Y no soporto verte allí lejos en la distancia con aquellos cuerpos que te abrasan, porque un día lo hicieron y rompieron aquel hilo débil, frágil y aterrador que nos unía en un sentimiento único, el amor.
Tu puedes creer que ya no quiero, que ya no te quiero, que ya no creo en ti. Pero cuidado...
Soy cruel cuando pienso en ti, cuando lloro los recuerdos que un tiempo atrás, eran un presente grato y abrasador, como su voz, la de Lucrecia, que al igual que la tuya sabe llegar allí dentro, en ese espacio sagrado y inviolable que una vez decidí liberar para compartir contigo muy juntos, pero solo tu y yo.
Que triste suenan ahora las palabras y que amargos los textos que antes solo desprendían amor y ternura, Ahora ya solo queda ternura, ternura y desidia de aquel tiempo mejor en el que los dos soñábamos con el paso del tiempo, el paso del tiempo que nos hacia más fuertes, más seguros de nosotros mismos, más... vivos.
Hoy es sábado. Ya hace mas de un mes de aquel trágico final que nos iba a atravesar con lanzas de fuego, con hielo abrasador que va a hacer que cada día mas, nos olvidemos de ese sentimiento que aun puedo oir flojito y calmado en mi corazón. Esa voz que me cuestiona, que me pregunta, que me atormenta cada día menos, a ratitos. Que hoy dice: “eres un campeón”, y mañana dice que habla para los muertos.
Me vienen ganas de decirte muchas cosas, muchas cosas de esas que yo digo que no se pueden escupir con palabras, que son inteligibles, que están aquí dentro y son inescrutables.
Todo el mundo cree entenderlo. Cree compartir o haber compartido ese sentimiento en un pasado, un pasado que ya no existe y que cada vez tiene mas color, mas vida, mas alegría y mas amor.
Deseo que llegue ya, que pueda decir con toda la seguridad del mundo que no me he equivocado, que no hice mal en decidir que ya no quería mas daño, que soy frágil y tengo miedo al dolor ,a en definitiva, este dolor.
Bueno, aquí llego al final, al final de la carta, al final del texto, al final de un periodo, de un precioso periodo de ternura y dolor que poco a poco se ha ido muy lejos, para volverse a ratos una preciada libertad y, a otros , la mas cruel de las cárceles del miedo.
Vuela alto y muy lejos mi querido amor, vuela alto pero cuidado no te estrelles que, tal vez, vuelve a hacerte daño y, eso sí, no lo quiero, no lo quiero para mi y por tanto, tampoco para ti. Porque, aunque desde la distancia, mi ser sigue gritando ese canto de sirena aterrador, que te dice que vuelvas y cuando estas aquí , desea que vueles, vueles muy lejos y no vuelvas mas, no vuelvas mas hasta que el eco de mi corazón vuelva a gritar aquellas palabras que hace tiempo ya no se oyen y que dicen un secreto compartido solo entre dos.
Buenas noches, que duermas bien. No te asustes, mañana ya no será sábado y, tal vez ya hayas empezado a olvidarme, a pensar que todo fue un sueño, un sueño que ya ha visto su amanecer, un amanecer ciego.
Tal vez mañana mires a tu lado, en la cama, y descubras un nuevo rostro que te sonríe, que te hace reir, que, con unos ojos tímidos y suplicantes, pide que le quieras; ojos que te prometen amor eterno; y no debes ensordecerte y pensar que mienten, que jamás llegaran a quererte, que no podrán entender qué pasa, qué te pasa; sólo quieren que los escuches, que dejes que te abran las puertas de aquel rincón, aquel rincón del que un día yo también quise hacerte partícipe.
Buenas noches amor, duerme bien, ten buenos sueños, y déjate querer. Vales mas de lo que crees, solo que tu no lo crees.
Yo ahora desde la distancia te lo puedo asegurar, vales sólo por pensar que no vales; porque te lo mereces. Un gran beso desde esta infinita noche de otoño que hace que nos despojemos, al igual que los árboles, de todo aquello que un tiempo atrás, por pudor, no nos atrevimos a mostrar.


23 de octubre de 1999

Felipe

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